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¿Qué papel puede jugar Colombia de cara al 28J?

La decisión de reactivar la negociación entre Estados Unidos y el régimen de Maduro ocurre en un momento de altísima tensión, dado que faltan pocos días para las elecciones presidenciales en Venezuela. Unas elecciones en las que hay mucho en juego no solo para los venezolanos, sino especialmente para los latinoamericanos. Lo del 28 de julio es más que un proceso de votación: me atrevería a decir que no se contarán votos, sino sueños. Sueños de libertad de la gente, de reencuentro familiar y de recuperar el tiempo perdido en estos años de oprobio y dictadura. Los recorridos de María Corina Machado por toda Venezuela nos muestran una fotografía nítida de un país levantado por sus cuatro costados, hambriento de libertad y dispuesto a luchar hasta el final.

El gobierno de Colombia, encabezado por el presidente Gustavo Petro, fue el primero en respaldar la reanudación de las conversaciones entre el régimen y la administración de Joe Biden. Maduro y su cúpula saben que no tienen manera de ganar el 28 de julio, a menos que arrebaten la elección por la fuerza, sacando del juego al candidato de la Unidad, Edmundo González, o cometiendo un fraude de proporciones monumentales. Una encuesta realizada por David Bluestone y Consultores 21, dos firmas de altísima relevancia, le dan una ventaja de 21 puntos a Edmundo González sobre Maduro. Es decir, si la elección fuera hoy, incluso contemplando las condiciones antidemocráticas del proceso, el candidato de las fuerzas democráticas obtendría el 56% de los votos, mientras el dictador lograría apenas el 35%.

Hoy podríamos preguntarnos: ¿qué papel puede jugar Colombia en estas tres semanas antes de la elección? ¿Qué está en juego para Colombia en este proceso? Si Maduro arrebata la elección por la fuerza, habría consecuencias catastróficas para Colombia en muchas dimensiones. Lo primero, en términos humanos: la cifra actual de 2,5 millones de venezolanos podría elevarse a más de 3,5 millones, dado que las estimaciones de las encuestadoras indican que, de continuar Maduro en el poder, cerca del 20% de la población venezolana que aún permanece en el país emigraría.

El segundo punto relevante para Colombia es el tema económico. Venezuela sigue sin ser un socio confiable para Colombia mientras Maduro y lo que él representa permanezcan en el poder. El comercio binacional apenas llegó a 700 millones de dólares el año pasado, muy lejos de sus mejores años y del potencial de crecimiento que podría ubicarse cerca de los 8000 millones de dólares. Las condiciones de la economía venezolana, el aislamiento internacional y la corrupción promovida por Maduro propician un escenario catastrófico para la sociedad colombiana.

En tal sentido, Colombia puede jugar un papel distinto en las próximas semanas, empezando por motorizar una solución regional que ofrezca garantías suficientes para que Maduro y su círculo acepten que el tiempo se les acabó y que el pueblo no los quiere más en el poder. El desconocimiento del mandato popular nos acercaría a un escenario de choque de fuerzas, ocasionando mayor inestabilidad interna y regional. Por lo tanto, Colombia, con Petro, y Brasil, con Lula, pueden convertirse en los actores de peso de la transición democrática venezolana, sirviendo de bisagra entre los intereses de la comunidad internacional, los venezolanos y los intereses de quienes están en el poder.

Colombia, además, puede desempeñar un rol crucial en el mejoramiento de las condiciones de las elecciones, solicitando a Maduro una mayor presencia de observadores internacionales, permitiendo que María Corina pueda hacer campaña libremente sin que cierren los establecimientos en los que se hospeda o las vías por las que transita. También es crucial que el CNE facilite la acreditación de testigos electorales de la Unidad y que el régimen respete los resultados electorales. En fin, se trata de lograr un acuerdo de gobernabilidad para antes, durante y después de las elecciones que obedezca el mandato de la mayoría de los venezolanos.

Para América Latina, seis años más de Maduro significarían seis años más de movilidad humana, desestabilización, crimen organizado por grupos armados o megabandas como el Tren de Aragua y la presencia de actores internacionales como Rusia, China, Irán y Turquía en nuestro hemisferio. Serían seis años más de profundización de muchos de los males que hoy atraviesa la región, sería poner una bomba de tiempo en el vecindario y permitir que un cáncer se convierta en metástasis.