Discursos

Premio Sájarov

«Señor Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo
Honorables miembros del Parlamento Europeo.
Respetables asistentes.
Pueblo de Venezuela.

Desde que unos navegantes llegaron a suelo americano hace siglos, Europa y Venezuela han tenido una relación de ida y vuelta.

Aunque algunos pretendan cambiar la historia, estamos hermanados desde entonces.

Hoy a los venezolanos nos toca agradecer que Europa, ustedes, nos han tendido una mano amiga en las que, sin duda, son las horas más oscuras de nuestra historia republicana. Es esa misma mano que los venezolanos ofrecimos en el siglo XX a miles de europeos que emigraron con las cicatrices de las guerras en sus almas y en sus cuerpos, entre ellos mis propios padres y abuelos.

Algunos han retornado a sus lugares de origen expulsados por los devastadores efectos del Socialismo del Siglo XXI que se ha pretendido instaurar en mi país y tristemente los jóvenes venezolanos también han dejado atrás su tierra, con la esperanza de encontrar en Europa y otros rincones del mundo el futuro y las oportunidades que el Gobierno les arrebató.

Ese viaje de ida y vuelta, esa historia común, nos ha traído hasta aquí. El Parlamento Europeo hoy reconoce la valiente e incansable lucha de los venezolanos al otorgarle el Premio Sájarov a la oposición democrática representada en la Asamblea Nacional, la cual tengo el honor de presidir, y a todos los presos políticos que hay en mi país, quisiera que hoy le diéramos un aplauso a quienes hoy nos acompañan aquí: Antonieta y Leopoldo López, padres de Leopoldo López; Antonio Ledezma, Patricia de Ceballos, esposa de Daniel Ceballos, además de los familiares y representantes de Lorent Saleh, Yon Goicoechea y Andrea González, y a todos nuestros exiliados.

Recibimos esta distinción con profundo agradecimiento. Lo acoge todo el país. Lo hace suyo Venezuela entera y unida. Es un reconocimiento para la madre que se priva de alimentos para salvar a sus hijos, para el niño que hurga en la basura intentando saciar el hambre, para el abuelo que muere de mengua por la escasez de medicamentos. Lo recibe también ese joven que hoy emigra desesperado en busca de oportunidades en otras latitudes, el maestro que vence la ceguera ideológica y se aferra a la tarea de formar hombres y mujeres libres. Lo reciben quienes luchan por los derechos humanos y los periodistas que se arriesgan para mostrar una realidad que pretende ser silenciada. Esta distinción también atraviesa los barrotes de los calabozos en los que están injustamente detenidos cerca de 350 presos políticos en las cárceles venezolanas. ¡Ellos y su lucha también están reconocidos aquí!

Pero de manera especial, el Premio Sájarov honra la memoria de los 157 venezolanos asesinados por la brutal represión gubernamental durante las protestas pacíficas que se realizaron durante más de 130 días continuos en 2017.

Cuando Andrei Sájarov fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 1975 no pudo recibirlo personalmente. Se encontraba a las afueras de un tribunal lituano esperando la injusta sentencia que marcaría la vida de su amigo, el científico Serghey Kovalyev. En el discurso de aceptación del Nobel que leyó su esposa estaban los nombres de un centenar de presos políticos y exiliados. Pidió disculpas por los que no recordó y aseguró que ‘cada nombre, mencionado o no, representa un destino humano duro y heroico, años de sufrimiento, años de lucha por la dignidad humana’. Son, sin duda, palabras que remueven hoy el alma de cada venezolano y resumen su persistente lucha durante los últimos años.

Estoy convencido que nuestro noble desafío no le es ajeno a Europa. A ustedes, honorables eurodiputados, no les resulta extraña la pelea que estamos dando contra la dominación y el miedo. En pleno siglo XXI los venezolanos resistimos y enfrentamos a un Estado totalitario, una segunda Cuba pero con las reservas de petróleo, gas y oro más grandes de occidente. Puedo asegurar que nosotros, al igual que ustedes hace décadas, estamos determinados a persistir y vencer esa perversa pretensión de colonizar la conciencia de cada venezolano.

El régimen que ha secuestrado la democracia en mi país instauró el hambre para administrar la miseria. Destruyó el sistema de salud para gestionar la muerte. Expropió miles de empresas para repartir pobreza. Adoctrinó las aulas para ofrecer ignorancia.

A diferencia de la socialdemocracia, el Socialismo del Siglo XXI es una versión renovada e igual de traumática que el socialismo real que ustedes padecieron durante décadas. Aunque está condenado al fracaso, se ha constituido en el mayor obstáculo para la paz, el progreso y los derechos humanos de los venezolanos.

La imposición de este sistema en nuestra nación ha causado destrucción y miseria sin precedentes. Tras haber vivido la mayor bonanza petrolera hace pocos años, la economía venezolana acaba de entrar a la infame lista de las que han padecido una hiperinflación: el alza promedio de los precios de los alimentos llegará al final de este mes a 2000%. Dicho de otra forma, en Venezuela basta que transcurran unas horas para registrar la inflación que los países europeos acumulan en todo un año. El hambre se instauró en los hogares: 75% de los venezolanos han bajado hasta 10 kilos en los últimos 12 meses y por si fuera poco 4 de cada 10 niños ya sufren algún grado desnutrición. La muerte también avanza: en las farmacias escasean 9 de cada 10 medicinas requeridas para enfermedades crónicas.

La tragedia es evidente y dolorosa. Solo la soberbia de quienes conciben el poder como una forma de dominación la han desconocido y subestimado, hasta el punto de cerrar las puertas a quienes generosamente nos han ofrecido alivio. ¡Hoy lo reitero: la apertura de la cooperación humanitaria de alimentos y medicinas es urgente! Es una exigencia que clama al cielo y que hemos presentando en todas las instancias nacionales e internacionales en las que hemos debatido y alertado sobre nuestra realidad.

Más temprano que tarde, la larga lucha por la dignidad referida por Sárajov dará sus frutos y nos permitirá reconquistar la libertad. Nos aferramos también a lo que decía Don Rómulo Gallegos, nuestro gran literato y expresidente: ‘El mal es temporal. La verdad y la justicia imperan siempre’.

Lejos de lo que desean quienes pretenden dominarnos no estamos llenos de odio y por ello comparto con ustedes lo que considero nuestro mayor triunfo: no guardamos rencor a quienes han hecho tanto daño. Casi a diario nos empujan para obligarnos a odiarlos, pero no lo han logrado, ni lo podrán hacer. Tampoco harán que perdamos la esperanza, o que dejemos de luchar por una Venezuela libre y democrática.

La situación de Venezuela es difícil. Nos urge concretar un cambio político hacia la democracia para enfrentar la terrible crisis humanitaria, que apenas he podido describir aquí y caminar de forma decidida y unidos hacia el progreso. Así lo manifestamos en el reciente encuentro que tuvimos con la delegación del Gobierno venezolano en República Dominicana y que se dio gracias a la intermediación y veeduría de varios cancilleres latinoamericanos.

No hemos dejado de levantar nuestra voz, pese al efecto distorsionador de la censura y la propaganda. Nos mantenemos firmes en todos los espacios y terrenos de lucha posibles. Por eso hemos acudimos a la comunidad internacional, a ustedes, al mundo libre, para invocar los principios de justicia social internacional y encontrar caminos que contribuyan con el rescate democrático en mi país. Por eso hemos luchado en las calles, ejerciendo nuestro derecho a la protesta pacífica.

En nuestra memoria aún están nítidas las imágenes de la brutal represión que las fuerzas de seguridad del Estado desplegaron en contra de ciudadanos desarmados, muchos de ellos jóvenes que apenas sobrepasaban los 20 años de edad. Las armas de la República enlutaron a 157 hogares venezolanos. Esas armas no deben usarse para resolver lo que podemos dirimir a través de la palabra y el voto, que es precisamente el vehículo para que millones de voces hablen en los sistemas democráticos».