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El incierto futuro

Nos alarma la situación del país y esta vez me refiero en el caso particular del Hospital JM de los Ríos, y de otros tantos en el interior del país, donde la causa de atención a nuestros niños, niñas y adolescentes, es por la falta de alimentos y de medicinas.

El Gobierno afirmó hace dos años desde la Cancillería, en un escenario internacional, que ellos pueden alimentar hasta tres países, cuando en realidad para ese momento nuestros niños registraban altos índices de desnutrición por hambre.

Un grupo de voluntarios hemos visitado la sede del Hospital JM de los Ríos, y vivimos lo que las familias a diario padecen. Hay denuncias hechas por los familiares en los medios digitales que son reveladoras… A esta realidad de hambre y miseria, se suma la disminución del poder adquisitivo, la escasez y la falta de producción para abastecer.

El estado no está suministrando, como es su obligación, los tratamientos de altos costos para los pacientes con cáncer, VIH, hemofílicos y renales. No es posible que las autoridades nacionales y regionales sigan indolentes a esta realidad que pone en peligro la vida humana.

De acuerdo a estadística, en Venezuela hay 11 millones de niños y adolescentes, de los cuales se encuentran en desnutrición entre 23 y 27%. Es decir, que 23 de cada 100 niños para 2016 sufrían de desnutrición, en 2013 la cifra era de 13 niños. En las zonas más empobrecidas esta cifra llegaba a 27%. En 2018 se repite en las calles la escena de personas rebuscando sobras en la basura, expuestos incluso a contraer enfermedades gastrointestinales. Esto no es teatro de calle.

El gobierno nacional tiene que entender que en este momento toda ayuda es valiosa, pues la alimentación es importante para que sus condiciones de salud no desmejoren. Son niños y jóvenes cuyo estado es delicado por lo que la hora y la dieta que deben recibir es especial y en horas precisas. No debemos poner en riesgo su recuperación.

Los engaños de Maduro. Esta semana, Nicolás Maduro anunció con bombos y platillos un incremento del salario mínimo. Los trabajadores venezolanos saben que ese aumento se convertirá en sal y agua, como ha ocurrido las veces anteriores. ¿Por qué no estamos contentos entonces? Cada año transcurrido desde 2013 la inflación supera con creces los aumentos salariales.

Solo controlando la inflación se puede recuperar el poder adquisitivo de los venezolanos.